«DISCULPEN, no lo volveré a hacer» (continuación del artículo en parada emocional: «Nunca induciré al suicidio»)

Es una buena frase, pero para un epitafio. En el mientras tanto, afrontaré con valentía los problemas.

Y lo haré no creyéndome un líder mediático que puede influir (no mucho más que un meteorólogo en el tiempo), sino como ser humano comprometido con el pensamiento y la acción, con el estudio y la gestión, con la responsabilidad en los cargos y la clínica.

No cabe ser aséptico y equidistante entre el agresor y la víctima.

El pasado 18 de agosto en los Cursos de Verano de San Sebastián, se generó una polémica que hoy vuelvo a alentar al afirmar con rotundidad que la maldad se asienta en el acto, pero específicamente en la voluntad de ejecutarlo. Y es que el ser humano quizás no sea el animal más feroz, pero sí el que disfruta con una violencia placentera.

Es por ello que propugno que la punición no basta, que hay que procurar vías terapéuticas y la construcción de un proyecto de vida. Las terapias light no sirven, está demostrado. Debemos confrontar al condenado con el dolor que inoculan y enseñarles a vivir de otra manera, desde el respeto y la responsabilidad.

La pena de pérdida de libertad puede ser retributiva, pero no cura. Castigar sin tratar es como hospitalizar y que el paciente se niegue a ver al equipo médico, a recibir fármacos, a ser atendido.

¿Cuánto nos cuesta un preso? ¿No debe tener obligaciones? La multirreincidencia ¿es una responsabilidad compartida? Creo que el cumplimiento de las penas debe permitir erradicar la insensibilidad y la ausencia de empatía.

He visto a pocos violadores y pederastas que piensen en sus víctimas. La compasión está ausente. Se distancian de sus conductas, las banalizan.

Nunca olvidaré la cara de aquel joven violador en serie con un inusitado sadismo al que pregunté por las víctimas y sus seres queridos, se quedó lívido y alcanzó a articular: “La víctima soy yo que estoy en la cárcel”.

Entiendo que abordar el suicidio es un tema que da miedo, me ratifico en que es un fracaso, que jamás un terapeuta inducirá a ello, pero que cabe el planteamiento teórico como una decisión ética para acabar con la vida, la propia. Y es que la vida fisiológica no es el bien supremo, sino la vida digna.

Recomiendo a los terapeutas trabajar con víctimas y victimarios a la par para no perder el equilibrio.

Nos encontramos con ojos de lluvia y almas quebradas, con crujidos inaudibles, con situaciones sangrantes, escondidas, a veces en los hogares que no queremos ver. Quebrar el horizonte de los niños es el arquetipo de la infamia, es el crimen más imperdonable de la humanidad.

El 19 de agosto recibí de M.B. el siguiente mail: “En relación a sus declaraciones necesito dar un paso al frente y apoyarle. Yo hablo en primera persona, sufrí abusos de un familiar desde que tengo uso de razón hasta los 13 años y medio. Tengo más de 30 años y sigo construyendo mi vida desde mis cenizas. Hace casi un año, ese desgraciado mató a su pareja embarazada de 8 meses y la descuartizó y enterró. Pues sí, ojalá hubiese tenido la capacidad de suicidarse o se hubiese muerto por causas naturales. Entiendo lo que dice que no hay que alentar al suicidio, pero la sociedad debería comenzar a tomar estos asuntos de forma seria y coherente”.

A los psicólogos, a los psiquiatras no nos concierne hablar de muerte pero sí defender a las posibles víctimas. Son muchos los colegas, que me han escrito, algunos desde su cátedra plantean si esas aberrantes conductas dependen más de la emoción o de la cognición reflexiva, concluyendo que en todo caso ello no modifica ni la responsabilidad, ni la valoración ética.

“¿Y usted por qué no se suicida?” Viktor Frankl, psiquiatra superviviente de varios campos de concentración, entre ellos Auschwitz, utilizaba tan impactante pregunta para ayudar a sus pacientes a encontrar el sentido de sus vidas.

“La última de las libertades humanas, la libertad esencial, aquella que nadie nos puede arrebatar,  es la de elegir nuestra actitud sean cuales sean las circunstancias que nos rodean, por difíciles, dolorosas o complejas que sean tales circunstancias” (El hombre en busca de sentido. Viktor Frankl).

Coincidirán conmigo en que la Justicia puede hacer Justicia, pero perdonar solo puede la víctima, aquella que ante un hecho traumático similar, el eco de una noticia vuelve a reabrir la herida generándole una victimización secundaria.

No, el tiempo no lo cura todo, es el trabajo personal con el sufrimiento lo que forjará un carácter que se sabrá vulnerable pero resilente.

Humanos, que cuando nos acercamos al sufrimiento de quien ha perdido a un ser querido decimos “Te acompaño en el sentimiento”.

Intento poner las certezas entre interrogantes, es por ello que agradezco a F.H. su mail remitido el mismo 18 de agosto. “Soy un psicólogo clínico que trabaja en un hospital público y trato a muchos pacientes TOC (trastorno obsesivo compulsivo). De entre ellos un buen puñado de los mal llamados obsesivos puros (“atormentados”). Algunos martirizados por horribles ideas egodistónicas, vividas como repugnantes pero que cursan con una carcoma de duda que cuestiona su verdadera naturaleza (supuestamente contenida), condición moral y la posibilidad de llegar a perder el control y ceder a lo que, calmado, parece solo un miedo a hacer y no un deseo de hacer.

Hace un mes escaso perdimos a uno de esos pacientes, cuyo caso se resume en ideas e imágenes (intrusas, recurrentes, persistentes) repugnantes de contenido pederasta, repugnancia por sí mismo, miedo a perder el control, de forma impulsiva o insidiosa. Esfuerzos mentales pertinaces de todo tipo de contención de un improbable, pero posible peligro interior. Su condición de obsesivo y no de pederasta la tenemos clara desde el inicio los clínicos, pero acabábamos de empezar el trabajo terapéutico y él mantenía aún cierto miedo en condiciones de angustia extrema. Regresado de vacaciones me entero de que ha decidido defenestrarse en las rocas de un acantilado sin mediar explicación. Consideramos seguro que se trata de un suicidio altruista en prevención de mal. Amén del sufrimiento de la misma experiencia interna. Y lo sabemos porque lo había mencionado explícitamente, aunque hace tiempo que se había alejado de estas ideas autolíticas. Deja mujer, hipoteca y un hijo a quien quería proteger de sí”.

Profundamente doloroso. Mueve a la reflexión, e incluso abre el debate de cómo deben tratarse ciertos temas en los medios de comunicación, compaginando la libertad de expresión con la prudencia, erradicando titulares que pueden cual latigazo ser muy sonoros pero dolorosos.

Como dice Alfonso Echávarri en el Diario de Navarra el 21 de agosto: “El suicidio no es el camino. Por horribles que sean las circunstancias personales, toda persona merece la oportunidad de elegir algo diferente”. Coincido plenamente. Quizás lleve razón Alfonso cuando asevera que “no debemos confundir a la personas con sus conductas”, pero entonces ¿dónde está su responsabilidad?

Hago mías las palabras de Goyo Armañanzas publicadas el 22 de agosto en el Diario de Noticias “Como psicoterapeutas,  nos metemos en el mundo del violador para entender desde dónde haces esas cosas. Sí, hay que descender a los infiernos para ayudar a salir de ellos… Tu declaración tal vez ayude a tratar de acercar al gran público que hay mundos internos tan arrasados que ya están muertos sin estarlo. Lo que necesitan es una luz para salir de la muerte en la que ya viven”.

Dice Arcadi Espada en El Mundo del 19 de agosto “Su manifiesta falta de empatía con el psicópata”. Lleva razón, mi empatía, solidaridad y compromiso lo es con las víctimas. Al psicópata busco entenderlo, pero no compartir sus fabulaciones, racionalizaciones. ¿Cómo se puede empatizar con quien nos llamó a Radio Nacional de España en el programa “De la noche al día” presentado y dirigido por Manolo H.H. para decirnos que “tenía una vecina que lo seducía” y preguntado por su edad afirmó que “unos seis años”.

Dice el gran periodista Felix Madero: “Es la primera vez que alguien dice cosas como esta, con esta claridad y determinación. Bueno, no es así en realidad. Hace más de dos mil años, y si hay que tener por cierto el Evangelio de Mateo, Jesús fue tan duro o más que Urra”

“Antes que el suicidio ¿no habría que cambiar las leyes y dictar cadena perpetua?”

“No, no es el pederasta un tipo valiente. No, claro, tiene el valor de destrozar la vida de los demás, pero es incapaz de seguir el consejo de Urra” (en ZoomNews.es).

Opiniones diversas como la aparecida el 20 de agosto en el CorreoGallego.es firmada por Manuel Molares “Pero aquí chocamos contra uno de los tabúes de lo políticamente correcto más nefastos, el progresismo penal… La Constitución obliga a elaborar leyes que colocarían en la calle tarde o temprano al mismísimo Hitler”.

Si alguien tiene a bien contestarme, por favor más que aplausos, adhesiones, o críticas solicito argumentos.  Vaya pues algunas cuestiones para ser teóricamente compartidas.

  1. Si uno es consciente de que ha perdido su humanidad, tomar la decisión de suicidarse ¿es un correcto acto moral?
  2. ¿Se estima más ético mantener en vida encerrada y vigilada a una persona y / o en alguna medida anularle su sexualidad para evitar sus crímenes?
  3. Sabedor de que son cosas bien distintas ¿cómo es que hay quien acepta la eutanasia en determinados casos; el aborto en otros; o quien propugna la pena de muerte y se lleva las manos a la cabeza ante plantear (que no inducir) la alternativa del suicidio para casos tan extremos?

Siempre seré un terapeuta y creeré en el arrepentimiento y el perdón siempre que sea sincero, fruto de un trabajo terapéutico intenso y continuado, convencido de que el mejor antídoto contra el suicidio es dar sentido a la existencia.

Me apasiona saber lo que dicen las personas, pero sobre todo lo que sienten (no siempre coincidentes).

Generé una polémica que pareciera no coincide con lo que acontece cuando un hombre mata a “su” mujer (o ex) y luego se suicida, pues es un clamor la expresión: “¡Equivocó el orden!”.

Javier Urra

 PD. La Fiscalía; La Defensoría del Menor, me han demostrado que más allá del dolor, de la rabia, nos queda a víctimas, a victimarios y a profesionales la esperanza como dejé reflejado en el 2003 al publicar en EOS “Agresor sexual. Casos reales. Riesgo de reincidencia” y en 2007 en Pirámide “SOS. Víctima de abusos sexuales”.

Pinche aquí leer el artículo completo: En parada emocional: «Nunca induciré al suicidio pero sí enfrentaré al ser humano con su libertad»

 

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