EL NIÑO QUE GRITÓ PUTA

El NIÑO QUE GRITÓ PUTA (The boy who cried bitch).
AÑO: 1991
DURACIÓN: 105 min.
PAIS: USA
DIRECCIÓN: Juan José Campanella
GUIÓN: Catherine May Levin.
MÚSICA: Wendy Blackstone
FOTOGRAFÍA: Daniel Shulman. Montaje: Darren Kloomok.
DIRECCIÓN ARTÍSTICA: Caroline Elliot.
REPARTO: Harley Cross (Dan Love), Karen Young (Candice Love), Jesé Bradford (Mike Love), J.D. Daniels (Nick Love), Moira Kelly (Jessica), Adrien Brody (Eddie), Dennis Boutsikaris (Orien Fell), Reathel Bean (Dr. Goldstein), John Rothman (Stokes), Samuel Wright (Richard).
PRODUCTORA: Louis Tancredi para Pilgrims 3 Corporation
GÉNERO: Drama basado en hechos reales que narra la historia de un violento niño que hace la vida imposible a su madre.
Dan Love, es un niño de 12 años mantiene una relación de dominio con su madre y sus dos hermanos pequeños. Su conducta es caprichosa e impulsiva. Mantiene una relación de amistad con su entrenador que es excombatiente de Vietnam y le transmite su pasión por las armas, pero termina enloqueciendo y es internado.
La madre se trasluce débil e impotente con una historia de fracasos y caprichos.
El niño muy psicopático ve que su madre lleva a casa a distintos hombres y la grita puta, zorra, en todo momento la amenaza, tiraniza, destroza la casa.
La madre va a un terapeuta él le pregunta: “¿le teme?”, “¿cree que un día llegará a hacerle daño?”.
Tras la pérdida del referente adulto en el excombatiente, el niño sufre un shock y es internado en un hospital del que será expulsado pues se niega a recibir terapia.
El niño empieza a tartamudear y a tener movimientos estereotipados. Es encerrado en un centro terapéutico, el niño dice “no me cambiarán, no quiero cambiar”.
El niño culpa a la madre por haberle encerrado, dice que la loca es ella.
El niño se autoagrede y busca al tiempo, generar una revuelta, un motín.
Va poco a poco dando vueltas al odio, al recelo.
Las conductas disruptivas del niño le conducen a más castigos…
La madre un día le espeta a su hijo “¿Qué quieres de mi, qué quieres de mí?”
El niño sale del Centro de internado y se hace con una pistola, dispara a los objetos, la madre grita ¡llamaré a la policía!, el hijo contesta: ¿Cómo puede una madre llamar a la policía haga lo que haga?
El hijo le grita que ella es una enferma, una psicópata y se avalancha con un hacha, la madre le dispara, mientras él muere le grita a su madre: “¡Puta!”.
El niño que gritó puta, es una buena y dura película. El hijo que se revuelve contra su madre, no ha conocido a su padre, le molesta sobremanera que su madre, joven, atractiva sea “compartida” con otros hombres y genera un rencor sordo, una violencia que todo lo desborda, a él también, sus pulsiones afloran, quiere imponerse y va haciendo –repito-, va haciendo una psicopatía, una gran dureza emocional que degenera en auto y heteroagresiones. Por desgracia veo esos casos en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia, Sección de Menores de Madrid, hay quien al explorar a los adolescentes conflictivos, despóticos los diagnostican de enfermos, de psicóticos, bien, ¿cómo eran de bebés? Y en todo caso la etiología es ¿cromosómica, genética, heredada, o maleducativa, social, ambiental?
De una u otra forma – y el que escribe no cree en las semillas del diablo- hay un punto de difícil retorno, donde la sola relación, el contacto entre las partes genera: en una más desasosiego, y en el otro más odio y naúsea. En la película se describe muy bien, ante la mofa, las risotadas del hijo respecto a su madre, delante de los hermanos, la madre opta por gritar ¡sí, soy una puta y sacarse un pecho!, fuego al fuego –es una técnica de extinción pero para ser manejada por un experto y además alejado de la guerra entablada-. Guerra, palabra que al final del film utiliza el niño.
Cuando la relación conductual degenera en psicopatía, paranoia, obsesión, movimientos estereotipados, agresiones compulsivas, irrefrenabilidad, estamos en un agujero negro peligrosísimo auto y heterodestructivo. No hay que dejar que la situación llegue a este punto, pero de haberlo alcanzado hay que sacar al hijo del hogar y tratarlo, hay que abrir ese “forúnculo infectado”, dejar salir, tratar al hijo y empezar a intervenir con los padres. La distancia aminora la fatiga, la angustia, los posicionamientos numantinos, rebaja la violencia.
En estos casos, sólo desde la distancia se puede buscar la normalización de pensamiento, de vivencia de las intenciones del otro, de conductas.
El niño que gritó puta aborda la enfermedad mental infantil. También los niños pueden ser “malos” o enfermos. La agresividad indómita del niño no es producto de los factores sociales o educación. Es una enfermedad psíquica, aunque se atisba que tanto el excombatiente como la madre tienen su responsabilidad en esa rebelión sin causa que es su vida.
El niño que crece en la soledad y en la incomprensión de sí mismo y lo que le rodea, encuentra una muerte buscada contra toda esperanza, que resulta la única salida para la radical insociabilidad.

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