LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y SU REPERCUSIÓN EN LOS HIJOS

 

LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y SU REPERCUSIÓN EN LOS HIJOS

Javier Urra Experto del Pacto de Estado contra la Violencia de Género. 

 

  • –  «No olvido el día en que una vecina me preguntó por qué no le denunciaba. Le contesté que no quería que mis hijos tuvieran a su padre preso. Me dijo que entonces yo prefería que su madre estuviera bajo tierra en el cementerio. Me hizo pensar mucho» (Mujer adulta)

  • –  Un tercio de las víctimas se encuentran en trámites de separación o recientemente separadas. Un dato más que significativo. También es muy alto el riesgo para los hijos en este momento.

  • –  El varón en los procesos de separación, puede instalarse en el deseo de venganza, más si detecta o anticipa alejamiento de los hijos, pérdida del hogar, quiebra de la calidad de vida por pago de pensión. El riesgo se incrementa si se percibe humillado (por engaño o abandono), hace culpable a su pareja y puede llegar a matar a los propios hijos, utilizándolos como víctimas instrumentales, sabedor de que la mujer no se recuperará jamás, además busca trasladar que lo acontecido es en última instancia responsabilidad de ella.

  • –  Es más probable que ejerzan la violencia cuando la pareja se está separando, cuando hay conductas de acoso durante las semanas previas a la agresión, y cuando hay hijos de anteriores parejas de por medio. Además, presentar dificultades económicas, carecer de una red social adecuada de apoyo, quebrantar órdenes de alejamiento y consumir sustancias supone también un mayor riesgo de que el agresor ejerza violencia letal y grave.

  • CONSECUENCIAS EN LOS MENORES

  • Edleson (1999) señaló que en estos menores se producían dos tipos de conductas claramente polarizadas: las respuestas agresivas y las respuestas inhibitorias. Es decir, tienden a interpretar la conducta de los demás de forma hostil y ante la ausencia de recursos y habilidades prosociales, legitiman el uso de la violencia como un instrumento eficaz para la resolución de conflictos interpersonales.
  • Lastra (2011) indica que los menores presentan: dificultades para estudiar (mostrándose demasiado perfeccionistas y con gran ansiedad por los errores que cometen), dificultad para concentrarse, tendencia a realizar tareas obsesivas, problemas lingüísticos (poca fluidez verbal en relación al momento evolutivo en el que se encuentran), problemas de aprendizaje, miedo a ir al colegio (por temor a ser ridiculizado), absentismo escolar (ausencias repetidas o injustificadas), fracaso escolar, carencia de estímulos, etc.
  • Bravo (2008) explica la experiencia de intervenir en un centro de acogida para mujeres y menores víctimas de violencia doméstica y extrae los siguientes efectos en los hijos e hijas: problemas de socialización (aislamiento, inseguridad, agresividad), problemas de integración en la escuela (dificultad de concentración, déficit atencional y disminución del rendimiento escolar), síntomas de estrés postraumático (insomnio, pesadillas, fobias, ansiedad, trastornos disociativos), conductas regresivas (enuresis y encopresis), síntomas depresivos, parentalización de los menores (asumiendo roles parentales y protectores de la madre que no les corresponden por su edad), y alteraciones del desarrollo afectivo (dificultad de expresión y manejo de emociones con la interiorización, aprendizaje y posibilidad de repetir modelos violentos, tanto de víctima como de agresor, y la internalización de roles de género erróneos).
  • Los efectos negativos producidos en función del tipo de exposición son sintetizados por Ordóñez y González (2012). Estos autores diferencian los que son fruto de la exposición directa e indirecta: en la primera categoría encontramos sobre todo consecuencias físicas, como el retraso en el crecimiento, alteraciones del sueño y de la alimentación, retardo en el desarrollo motor, etc.; alteraciones emocionales (ansiedad, depresión, baja autoestima, trastorno de estrés post-traumático, etc.); problemas cognitivos, destacando entre otros, la dilación en el lenguaje, absentismo y fracaso escolar; y por último, los problemas relacionados con la conducta (falta de habilidades sociales, agresividad, inmadurez, delincuencia, toxicomanías, etc.).
  • Carracedo (2015) Los menores testigos de violencia familiar pueden llegar a padecer, a largo plazo, patologías importantes producto del estrés y la hiperactivación fisiológica prolongada en el tiempo, que pueden causarles una muerte prematura, como ictus cerebrales, cáncer y cardiopatías.
  • El Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT en adelante) se da en la mayoría de los menores víctimas y, al ser una patología, si no se trata correctamente puede mantenerse durante el resto de sus vidas.
  • Lawson (2001) señala que la falta de autocontrol es una característica frecuente en menores que viven en entornos familiares violentos. A nivel fisiológico, y en relación con el estrés y la presencia de TEPT, algunos estudios atribuyen estas conductas inadaptadas a la co-inhibición de los sistemas simpático y parasimpático (El-Sheikh, Harger y Whitson, 2001).
  • Un efecto psicológico principal es la constitución de ‘un modelo de aprendizaje de conductas violentas dentro del hogar’, algo que junto a factores tales como los estilos de crianza punitivos, el abuso de sustancias y la presencia de trastornos de conducta en la adolescencia, han demostrado jugar un papel relevante en el riesgo de ejercer violencia contra la pareja en la edad adulta.
  •  “Declaramos viendo a través de un biombo a esa persona que ayudo a darte la vida y que nos arrebató la de nuestra madre, riéndose” (Huérfana de Violencia de género). 

  • –  Un día el hijo huérfano por causa de su padre, manifestará al clínico un pensamiento aterrador e invasivo, “¿podría el día de mañana repetir yo tan bastarda conducta?”. Claro que la respuesta es que no se hereda tal acto de impotencia. Pero el solo planteamiento de la pregunta, aproxima el sufrimiento profundo, íntimo.

  • –  Hay más preguntas que se formulará el doblemente desgraciado víctima de orfandad. “Cuando cumpla los 18 años, ¿deberé ir a la cárcel a ver a mi padre?, porque le repudio, me produce náusea, pero “es mi padre”.

  • –  Pero es más, vivir situaciones de percepción, observación de este tipo de violencia durante la infancia genera similares problemas a los que sufren los niños que son maltratados directamente. Quedan secuelas emocionales y el riesgo cierto de “heredar estos” comportamientos violentos.

  • –  Se han implantado programas de intervención con menores víctimas de violencia de género, tanto en la formación con másteres universitarios, como en la intervención en los Colegios de la Psicología.

  • –  Tras la actualización publicada el 06/09/2022, que entró en vigor el 26/09/2022, se modifica el apartado 7 por la disposición final 1.1 de la Ley 16/2022, de 5 de septiembre del Código Civil Español:

  • –  92.7. No procederá la guarda conjunta cuando cualquiera de los progenitores esté incurso en un proceso penal iniciado por intentar atentar contra la vida, la integridad física, la libertad, la integridad moral o la libertad e indemnidad sexual del otro cónyuge o de los hijos que convivan con ambos. Tampoco procederá cuando el juez advierta, de las alegaciones de las partes y las pruebas practicadas, la existencia de indicios fundados de violencia doméstica o de género. Se apreciará también a estos efectos la existencia de malos tratos a animales, o la amenaza de causarlos, como medio para controlar o victimizar a cualquiera de estas personas.

 
  • –  Denunciamos que si bien la ley prohíbe que los menores vayan a prisión a hablar con sus padres en el caso de que sean maltratadores, el año pasado han sido más de 800 menores los que sí han acudido.

  • –  Expliquemos. El amor no puede exigirse como bidireccional. No se puede obligar a amar.

  • –  Quienes matan a sus parejas tienen un perfil psicológico forense distinto de quienes matan a otras personas. Hace más de 30 años empecé a trabajar en los Juzgados y Fiscalías de Menores, como psicólogo-forense por oposición del Ministerio de Justicia. No se veía ningún caso por violencia de género: pasadas estas tres décadas se ven (alguien argumentará que quizás existían y no se denunciaban, y puede que lleve razón, pero lo que es cierto es que ahora se denuncian las conductas de violencia de género entre jóvenes, pero van en aumento).

  • –  El 33% de nuestros jóvenes estiman que los celos son una prueba inequívoca de amor, no concluyen que de amor propio.

  • –  Entre la juventud se perpetúan los modelos machistas. Uno de cada tres jóvenes considera normal ejercer un control sobre su pareja en cuanto a horarios, relaciones con sus amistades o su familia. También uno de cada tres (en este caso varones) justifican en cierto grado las agresiones machistas como consecuencia de la provocación de la víctima, considerando además que si una mujer maltratada por su pareja no corta la relación es porque no le disgusta del todo esta situación.

  • –  Las relaciones de pareja se basan en el respeto. Es lógico que se discuta para solucionar conflictos, pero en ningún caso que se agreda (en cualquiera de las formas). Los seres humanos tenemos capacidad para el autocontrol y la resolución de conflictos.

  • –  Habrá de incorporarse la igualdad en la formación escolar y universitaria.

 
  • –  Se confunde mucho el amor con el querer, inclusive el amor con su antónimo poseer.

  • –  “La mayoría de las veces me callaba. Al principio discutía con él. Soy una persona con mucho carácter, pero acabó comiéndome y llegó un momento en el que me hice muy pequeña y débil” (Adolescente)

  • –  Las nuevas tecnologías, nos descubren una supervisión continuada, que en muchas ocasiones es confundida por la víctima como gesto de amor, como preocupación.

  • –  La violencia de género se hace presente en las primeras etapas educativas, por lo que las campañas de sensibilización y concienciación deben comenzar en las mismas.

  • –  No se educa para afrontar la ruptura, y eso pese a ser conocedores de que el 75% de nuestros jóvenes se separará. Eduquemos para la ruptura, partiendo de que cualquier separación es un fracaso, quiebra una expectativa, rompe un proyecto. Aún más, si el que te deja es el otro – no es lo mismo dejar, que ser dejado -.

  • –  Seamos conscientes de que aunque los hijos que ven tratar mal a sus madres, en ocasiones las defienden, en el futuro y por aprendizaje vicario, tienen muchas más posibilidades de reincidir en tan terrible conducta.

  • –  Señalemos también que quien practica la violencia ascendente, o filio- parental, contra la madre, es más que posible, probable, que se instale en la violencia de género con su pareja.

  • –  Cambiamos leyes, normas, ¿y la mentalidad? Otra pregunta, ¿se educa a las niñas, en el tú, y a los niños en el yo? Y otra ¿qué hay de la pornografía violenta que consumen los niños? También escuchemos algunas canciones de rap, de reguetón.

 
  • –  Hay que enseñar a dialogar, a debatir, a discutir. Y hay que preparar cortafuegos emocionales, convirtiéndolos en un hábito.

  • –  Hay que instruir en el innegable riesgo de la utilización de las nuevas tecnologías para el acoso tras la ruptura de la relación.

  • –  “Recuerdo aquellos años con dolor. A la situación, ya de por sí dura, se sumaban las trabas burocráticas que te ahogan. Para arreglar los papeles de mi hermano, para pedir ayudas o arreglar los temas de herencia, me pedían el libro de familia, un documento que se quemó cuando ese hombre prendió fuego a la casa. (Huérfano de Violencia de género). 

 

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