«Los sentimientos son un material inflamable»

Javier Urra habla en este artículo del rencor, del perdón, de la sanción a los hijos, del pequeño dictador que
no nace, «se hace». Del piel con piel y del contacto. 
 

LOS SENTIMIENTOS SON UN MATERIAL INFLAMABLE

 
Sabemos que lo importante no se puede medir.
Venimos a pensar en voz alta, a compartir lo que sentimos, a pasar a la acción.
Deseamos aproximarnos a la verdad angustiosa. Intentamos abrir un ángulo cerrado hasta convertirlo en una línea recta.
 
Nuestro mundo se explica desde el amor y el poder. Utilizamos la disonancia cognitiva, racionalizamos y reinterpretamos los hechos.
Nos concita el reto de unir lo escindido, respetando la intimidad silenciosa, hablando de lo que no se  puede hablar.
Tenemos un ideal colectivo: vincular vidas, defendiendo la independencia.
Somos únicos, singulares. Nadie puede ponerle bien el sombrero al otro.
Partimos de un “yo” injusto, que tiende a considerarse a sí mismo el centro de todo. Las personas podemos olvidar lo que se nos dijo, o lo que se nos hizo, pero es difícil que olvidemos cómo se nos hizo sentir.
 
A diferencia del resto de animales, el ser humano puede sentir ira y transformarla en resentimiento. Somos capaces de generar una violencia atroz, pero también de donar un compromiso de amor para toda la vida.
Ser humano. Entrañable. Puede llorar o reír mientras lee unos números y es capaz de creer que puede cambiar a su pareja (con la que lleva treinta y ocho años) ¡¡inaudito!!
Trabajamos con las subjetividades, con la zozobra, con el sufrimiento. Precisamos una mirada crítica sobre un acontecer en el que el 9% de los padres sufren violencia física en España.
Sin el dominio de uno mismo, no se alcanza la libertad. Poseemos la risa, el lenguaje, la conciencia, la voluntad, el sentido del deber, el sentimiento de trascendencia.
El viaje continúa. La especie hacia la completa humanización. En muchas ocasiones somos extranjeros de nosotros mismos. Siempre nos acompaña alguna sombra.
 
HABLEMOS DEL RENCOR QUE  ESCONDE  IMPOTENCIA 
Vivir, no alcanza a ser. Me pregunto si el sentimiento de eternidad está en nuestro ADN.
Precisamos de una ética del carácter. El crecimiento de la conciencia moral (individual y colectiva). El solo hecho de creernos libres nos obliga a ser responsables.
En esta sociedad “light” en la que se impone una bochornosa mala educación cívica, hay mucha gente que tras un comportamiento infame se refugia con cobardía: “no me acuerdo” o “fue un impulso”. Excusas, mentiras.
Hablemos del rencor que esconde impotencia y un morboso sentimiento de culpabilidad. Sentimientos tóxicos, incomprensiones en quienes quieren quererse. La denominada patología del amor.
Los valores no se administran por vía oral, sino por el ejemplo sincero y cotidiano. Comentemos de los padres menguantes, de quien disfraza la cómoda permisividad de actitud tolerante.
 
Cicatrices de la vida. Cabe el gratificante agradecimiento y el derecho terapéutico de perdonar.
Se estima que el 40% de los progenitores padecen maltrato psicológico/emocional.
No buscamos culpables, pero si restaurar la justicia más allá del posicionamiento aséptico. Ahora se dice mucho: “¡Sí, podemos!”, yo os digo: “¡Sí debemos!”. Y eso sabedores de que para cambiar a alguien precisamos de su consentimiento (hay puertas que se abren desde dentro).
Musculemos el autodominio, la generosidad, disciplinemos el lenguaje interno, propiciemos la compasión, facilitemos un proyecto de vida.
 
EL PEQUEÑO DICTADOR NO NACE, «SE HACE». 
Partimos de que el Pequeño Dictador no nace, “se hace”. Que la violencia filio-parental es un problema no solo familiar, sino social. Que la armonía en el hogar es un mito erróneo y que no siendo una violencia de género, el 70% de los agresores son varones y las víctimas en todo caso son las madres.
Hablemos de los datos de la Fiscalía General del Estado (se han duplicado el número de denuncias en siete años). No olvidemos la incidencia de las nuevas tecnologías. Reseñemos lo que acontece con familias monoparentales, con progenitores mayores o con hijos adoptados.
Hagamos desvanecer la equívoca igualdad entre padres e hijos (el hogar no es una democracia).
 
No se olvidará incidir en el consumo de alcohol y otras drogas o en el absentismo escolar, las fugas, los chantajes que incluyen el suicidio, el imperante machismo, o el denominado complejo de Cronos.
En España y desde hace años rompimos este tabú, es por eso que vamos por delante del resto de países europeos.
En las familias, se precisa con-tacto y piel con piel.
 
Siempre me he referido a padres e hijos como: “Dos imanes mal colocados que se repelen pero que desean atraerse” (hemos de ayudarles a recolocarse), desde el criterio: “tan importante como el Yo es el Tú” y “el que no sabe lo que siente el otro, pierde”.
Hablemos del “nosotros o el vínculo del cariño”, estimulemos la solución de conflictos, dotemos de “fusibles” personales como el pensamiento alternativo. Recordemos y demos cabida a los hermanos y a los abuelos.
 
LOS NIÑOS NO SE TRAUMAN PORQUE SE LES SANCIONE 
Transmitamos que los niños “no se trauman” porque se les sancione, que hay padres equívocos defensores de sus hijos. Que un alumno no es un cliente. Que la presión del consumo es dañina. Que hay programas de televisión y mensajes de la red = purulentos.
No nos dejemos engañar por el espejismo del descontrol esporádico, en general esos ataques de furia súbita son recurrentes y favorecidos por ellos mismos.
Cada vez me aterra más la desconfianza de los débiles y es que si hay algún sentimiento preocupante, éste es el de inferioridad.
No lo duden, las conductas son el envoltorio del propio pensar. Por eso enseñar a tolerar la frustración es la mejor receta preventiva.
Claro que hay vacunas cognitivas, como el sentido del humor (reírse de uno mismo) y antídotos conductuales (por cierto, la sanción es parte de la educación).
Todos hemos de aprender a no envolvernos en excusas, a forjar la templanza (y es que el carácter se forja en la adversidad).
Cualquier día es bueno para hacerse una autopista de uno mismo (sí, sí, los profesionales también). Los denominados expertos debemos poner las certezas entre interrogantes.
Importante que te quieran, pero esencial la capacidad de querer. Digamos a padres e hijos, que la noche más oscura no puede impedir que amanezca.
Amar. No confundir con querer. Mucho menos con poseer. No se puede amar a sangre fría y es que la base de la existencia es la relación con el otro.
 
DECIR TE QUIERO Y PEDIR DISCULPAS 
Recordemos que no se nos quiere por como somos, sino por cómo les hacemos sentir.
Lo dice el Principito: “no se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”.
Decir de vez en cuando “te quiero” es una terapia mutua, pedir disculpas humaniza la relación y es que la susceptibilidad y la vivencia negativa de las intenciones ajenas son muy malas compañeras.
Tan importante como recordar, es olvidar. La higiene mental exige al menos maquillar lo acontecido.
Padres e hijos en conflicto. Los progenitores dicen: “que sus hijos les quieren a su manera”, mientras que muchos hijos dicen “no sé si mis padres me quieren” (algunos al pedirles que dibujen a su familia, dejan la hoja en blanco).
Vemos lágrimas de los padres, observamos lágrimas de los hijos, son el más conmovedor y nítido mensaje.
La esperanza es una obligación ética, por eso con padres e hijos seguimos el consejo de un proverbio chino: “si quieres hacer un túnel empieza por los dos lados, si se encuentran tendrás un túnel, si no se encuentran, tendrás dos”.
 
Humor, que exige distancia de uno mismo.
Coincidiremos en que más importante que podar las ramas de la conducta es trabajar en las raíces de los valores, los paradigmas, las actitudes.
Los cambios profundos se producen de dentro a afuera. Hay un proverbio maorí que sentencia: “nadie necesita ayuda para tener problemas”.
Además, esta nuestra sociedad es de contracción del espacio para vivir; del tiempo; y situacional, conlleva incontenida acumulación de frustración-violencia.
Esencial: la mirada del otro.
 
Patológico: el narcisismo existente en esta sociedad que empuja a mostrar todo lo que se hace ¡como si a los demás les importase!
Concluyo con una frase de Don Quijote (Segunda Parte. Capítulo XVI):
“Los hijos, Señor, son pedazos de las entrañas de sus padres, y así, se han de querer, o buenos o malos que sean, como se quieren las almas que nos dan vida; a los padres toca el encaminarlos desde pequeños por los pasos de la virtud, de la buena crianza y de las buenas y cristianas costumbres, para que, cuando grandes, sean báculo de la vejez de sus padres y gloria de su posteridad”.
 
Javier Urra.
Presidente de la Sociedad Española
para el Estudio de la Violencia Filio-Parental.
Presidente de la Comisión Rectora
del programa recURRA-GINSO para padres e hijos en conflicto. 

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